El mundo está en constante cambio. La digitalización está abriendo nuevos horizontes y redefiniendo industrias enteras.  Sin embargo, algunas de ellas como la agricultura no han evolucionado al mismo ritmo del resto. Mientras sectores como las telecomunicaciones han logrado avances muy importantes – hoy la mayoría de nosotros nos comunicamos a través de apps móviles y ya no por teléfonos fijos – otros sectores como el agro siguen utilizando métodos tradicionales.

Lo primero es entender qué significa la digitalización.  Según el Glosario de TI de Gartner es “el proceso de cambiar de forma analógica a digital” o de papel y lápiz a computadora. Un ejemplo es lo que viene pasado en el sector financiero. Hoy la mayoría de los pagos se hacen por computadora o teléfonos móviles, sin necesidad de mover el efectivo. Esto genera beneficios y eficiencias significativas. Las decisiones basadas en data son mucho más precisas que aquellas basadas en experiencia o la intuición, otro valor importante de la digitalización. Es por ello, que la transformación digital se ha vuelto crítica para muchas organizaciones, no solo como parte de su estrategia de crecimiento sino también como un factor crítico de supervivencia.

Ante esta necesidad de cambio, vale preguntarse ¿Qué está pasando con la agricultura? Si es una industria que tiene la responsabilidad de alimentar a la creciente población del planeta y que consume gran parte de nuestros recursos vitales  – 2 de cada 3 gotas de agua dulce es utilizada por el sector agrícola –  entonces debería ser una de las industria más eficientes. En realidad sucede todo lo contrario. La agricultura se encuentra última en el ranking de las industrias que optan por la digitalización, según un estudio publicado por Harvard Business Review.

La baja digitalización en el agro puede tener diversos motivos.  La agricultura es una de las actividades más antiguas del mundo, con 12,000 años acumulados de costumbres y tradiciones. Al agricultor todavía le gusta tocar la tierra con sus propias manos y caminar el campo para ver sus cultivos. Reemplazar estas técnicas por innovaciones como sensores que midan la humedad o drones que supervisen las plantas, significa un gran salto que muchos no están dispuestos a dar.

El agricultor tiene poco margen para equivocarse, amenazado continuamente con factores fuera de su control como el clima, las plagas y los precios del mercado. Sumarle otra variable como la digitalización, por más altos que sean los beneficios, no es algo fácil de digerir. Encontrar un tiempo para analizar estas oportunidades y el capital para invertir en ellas son otros retos que afectan la adopción de soluciones digitales.

Sin embargo, empresas pioneras en la producción agrícola están marcando la diferencia. Cada vez son más aquellas que apuestan por soluciones tecnológicas disruptivas. Estos casos de éxito, con resultados tangibles, están influyendo en el resto del mercado. Consideramos que el proceso de digitalización puede acelerarse. Si el agricultor toma un rol más participativo en la creación de nuevas tecnologías, las soluciones nacerán en línea con los problemas reales del campo logrando un vínculo de confianza entre la agricultura y la tecnología.

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